¿Por qué el nombre Sigue al gato?

¿Sabías que existe un Salmo con un versículo cantado por un gato? Se trata del Salmo 18:38:

Perseguiré a mis enemigos y los alcanzaré y no volveré hasta haberlos consumido.

Fue escrito por el rey David y forma parte de un salmo en el que se explica como todas las criaturas exaltan a Dios.

Y es que los gatos han ocupado un lugar especial en muchas culturas.

En el judaísmo son valorados como símbolos de buena fortuna y protección para el hogar, tanto que sabio judío Rav Pappa aconseja no entrar de noche en una casa sin gatos, por si se pisaba alguna serpiente (Talmud, Pesajim 112b). Son considerados animales meticulosos y limpios, algo significativo en una religión en la que la limpieza es tan importante que se afirma que "Incluso si no nos hubieran entregado la Torá, de todos modos habríamos aprendido el recato del gato" (Talmun, Eruvín 100b).

Y, ¿quién no conoce la importancia de los gatos en el islam? Compañeros del propio profeta Muhammad que los cuidaba, quien una vez prefirió cortar la manga de su túnica que despertar a su gata Muezza que descansaba sobre ella. Son considerados criaturas puras y dignas de respeto y muchas son las comunidades y países musulmanes en los que los gatos son cuidados por los ciudadanos y su espacio y seguridad se respeta tanto como la de otro ser vivo.

Aunque en occidente, durante mucho tiempo los gatos fueron perseguidos al ser considerados compañeros de las brujas y el diablo, también fueron tomados como tripulantes de los barcos con el fin de evitar plagas y, de hecho, si no hubieran sido aniquilados en masa, es muy probable que la peste negra no hubiera hecho tantos estragos. Ya sabes, por eso de que habría cazado a las ratas, animal cuyas pulgas trasportaban la enfermedad.

La importancia del gato en estas culturas que, junto a Roma y al cristianismo, han cimentado la historia de nuestra ciudad, junto a su habilidad para moverse por las calles como auténticos expertos, hizo que quisiera escogerle como símbolo para los tours que ofrezco.

Porque, seamos realistas, nadie conoce mejor la ciudad, que un gato callejero.